Recuerdo las noches de verano.
Cuando me sentía tan sola.
Lo confundía todo.
Las 00.00 sabían a cigarro
que contemplaba la luna.
Con una cerveza buena:
saboreando cada estrella.
A solas conmigo en la totalidad.
Era otra manera de sentir.
Recuerdo, aquellos pensamientos
que quedaron guardados para siempre.
Tiré la llave con cada atardecer.
La playa con la luna.
Los amigos.
Extrañarte tanto para nada.
Ahora lo pienso y la nostalgia me envuelve.
Contradictorio sentimiento.
Sábado noche:
Me vestía para salir.
En busca de lo que nunca encontré.
Pero me crucé con experiencias inolvidables.
Nunca hay que arrepentirse del pasado,
por muy bueno que parezca el presente.
Los viernes decadentes:
llegando a casa, dónde sólo me esperaba
mi conciencia y una caja con imágenes
que me ayudaba a desaparecer por un rato.
Lunes llenos de sueño.
Martes llenos de miércoles.
Jueves llenos de estrés.
Y otra vez viernes.
Ya dejaron de existir los sábados.
Y ahora mis días son todos domingos
por la tarde.
Y todos saben a bolígrafo de recuerdos
y a tachones sobre papel.